Fundación Cinépolis responsable de pérdida del ojo tras cirugía

Hortensia perdió la visión de su ojo izquierdo en octubre de 2015, luego de una infección contraída por una cirugía practicada en el Instituto de Salud Visual (Isvi), en Cancún, que dejó ciegas a más de 20 personas y a dos de ellas sin un ojo.

La mujer, de frágil constitución, desearía seguir trabajando para sentirse útil y viva. Desearía abandonar la mitad de las sombras. Nacida en Yucatán hace 67 años y radicada en Isla Mujeres desde 1975, Hortensia Tepal Puc, hizo de todo en ese trocito de Quintana Roo, rodeado de agua.

Doña Tenchita, como la conocen sus vecinos de la calle de Jurel, en la colonia La Gloria, trabajó en el ferry, que cruza de Cancún a la isla y viceversa; se empleó en restaurantes, en una empacadora, fue cerillito y tejía hamacas. Tuvo hijos que viven en Mérida y la visitan poco.

A partir de la operación la vida le dio un vuelco. Dos años después sigue sin aceptar lo que pasó, se pregunta por qué le ocurrió a ella y añora la época en que veía a plenitud.

Cinépolis recuerda que personal del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) llegaron a la isla para revisar a quienes tenían afecciones visuales y les canalizaron al instituto en Cancún.

“Vayan, vayan en el Isvi [Instituto de Salud Visual] y nos dieron la dirección y tuvimos que ir allá para que nos operaran”, narró.

El Instituto de Salud Visual había sido contratado por la Fundación Cinépolis como parte del programa Del amor nace la vista, cuya misión es devolver la vista a personas con ceguera por cataratas.

La primera operación de Tenchita, como le dicen de cariño, fue el 29 de septiembre de 2015. La cirugía era para retirarle la carnosidad del ojo derecho y que la hacía ver con dificultad. Un mes después regresó para ser intervenida por diagnóstico de cataratas y ahí comenzó su infierno.

“Perdí el ojo. Me operaron y lo perdí porque se infectó. Me lavaron cuatro veces mis ojos, casi diario me pinchaban el ojo y dolía mucho; es un sufrimiento horrible.

“Después que el doctor dijo:‘Ya no va a ver, ya perdió el ojo’, se preocuparon, me llevaron allá a que me operaran otra vez y cuando me quitaron el negrito del ojo, el mismo doctor lo pagó en otra clínica. El que hizo el daño de mis ojos, él pagó, no sé cuánto le cobraron para que me cortaron el ‘niño’ de mi ojo”.

Ricardo, familiar de Hortensia y quien prácticamente se hace cargo de ella, precisó que el propio médico se comunicó con ellos para decirles que algo no estaba bien, por lo que fue necesaria una tercer cirugía —solventada por el doctor del Isvi— para retirar el ojo, ya que la magnitud de la infección podía extenderse hacia el cerebro y comprometer su vida.

La esperanza. Ningún médico le explicó qué fue lo que salió mal o el origen de la infección, dice; sin embargo, no sólo ella resultó afectada.

Sin precisar el número, indica, fueron muchas personas a las que operaron y a quienes dejaron ciegas; una gran cantidad de ellas provenían de pueblos alejados de las zonas urbanas e incluso de otras entidades, por lo que no se supo más de ellos.

Sin embargo, la noticia de que el entonces gobernador Roberto Borge Angulo inauguraría un centro comunitario en la isla la hizo movilizarse para llegar hasta él, junto con otros afectados. Natividad, Alicia, José y María Inés, junto con sus familiares, abordaron al mandatario para pedirle que los ayudara.

Borge Angulo solventó los gastos de transportación aérea y hospedaje para que víctimas y un familiar por cada uno viajasen a la Ciudad de México para ser atendidos en el Instituto de Oftalmología Conde de Valenciana, del cual se tenían las mejores referencias. Ahí les apoyaron.

El caso de Alicia fue dramático, comenta Tenchita. La señora, quien también se había operado en el Instituto de Salud Visual, no había perdido aún el ojo, pero lo llevaba infectado y sangrando cuando viajaron a la capital del país.

Al revisarla, los médicos del Conde de Valenciana le dijeron que debían extirparlo, porque de lo contrario también su vida corría peligro.

“Doña Alicia se fue sin que la operaran, hasta estuvo llorando allá en el hospital. No quería que la operaran (…) lloró mucho porque no quería que le quitaran el ojo”, mencionó.

Al resto les confirmaron que no había nada qué hacer y que la visión la tenían perdida, aunque conservasen los ojos. Para mediados de diciembre se hablaba de al menos 27 víctimas y el caso ya era un escándalo que trascendió las fronteras de Quintana Roo.

La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ordenó la clausura del Isvi, ubicado en la avenida Huayacán y, ya entrado 2016, la directiva del Hospital General Jesús Kumate aseguraba que los cuatro afectados que sólo habían perdido la vista presentaban hasta 95% de mejor visión.

Falta de resposabilidad. Nadie se hizo responsable de lo ocurrido. La clínica cerró e incluso los doctores implicados desaparecieron.

Ante el desamparo de las víctimas, la fundación No más Negligencias Médicas, presidida por Fernando Avilez, viajó a Cancún para interponer cinco denuncias civiles ante jueces locales, en contra del Isvi, de la Fundación Isvi Salud Visual para Todos, de las clínicas de salud ocular y de la Fundación Cinépolis. También promovieron denuncias penales ante la entonces procuraduría local, hoy Fiscalía General del estado.

Rechazó que los pacientes hubiesen mejorado e incluso comentó por primera vez que no eran 27, sino un promedio de 50 las personas afectadas, muchas de ellas mayas que habitaban comunidades alejadas y cuya vida quizá peligraba por la infección.

A casi un año de aquellas denuncias, Avilez Tostado dijo a EL UNIVERSAL que el caso está congelado, tanto en los juzgados como en la fiscalía. Acusó a los jueces Ruth Gamboa Iñiguez, Juan Carlos Quintanal Canul y María José Santos Tejero de tener entrampados los expedientes, así como a la Fiscalía por fallar en la localización de los médicos Omar “N”., Blanca “N”, Patricia “N” y Jonathan “N”, quienes están prófugos.

La actualidad. A dos años de la operación, ninguno de los afectados fue indemnizado y viven en condiciones altamente precarias.

Tenchita apenas pudo hacerse de una prótesis ocular, gracias a la fundación No más Negligencias Médicas, que mejora el aspecto estético de su rostro y aminora la pena que le da salir a la calle. Doña Alicia recibió una prótesis similar, para el Día de las Madres de este año, pues deseaba “verse más bonita”. Su aspecto la avergonzaba.

Don José ve sólo con un ojo y se resiste a evocar lo ocurrido. Su familia se excusa ante este diario para que brinde un testimonio, al explicar que padece del corazón. Su salud está deteriorada y no quieren empeorarla al exponerlo a los medios.

Por su parte, la familia de doña Nati prefiere no hablar del tema si no es a través de la fundación, que está por solicitar el apoyo de la nueva administración estatal, presidida por Carlos Joaquín, para invocar apoyos sociales que permitan mejorar la calidad de vida y atención médica de las personas que quedaron en las sombras, quienes están “orando a Dios por más luz”.

Con información de El Universal