El ego de Kate

Netflix está anunciando a través de todos los medios posibles la llegada de su nueva serie/documental “Cuando conocí al Chapo”.

Sin lugar a dudas que Netflix se ha encontrado con un gran filón con eso de las narcoseries ya que estas parecen abarcar todo el espectro: “Narcos”, “El Chapo”, “La reina del sur” (varias versiones), “El Chema”, “Pablo Escobar” y un sangriento etcétera, están disponibles en la plataforma y la gente parece no cansarse de verlas.

Luego de todo el escándalo generado por la “cumbre” Chapo-del Castillo, y que fue uno de las notas noticiosas más explotadas del año pasado, llega para todos ustedes una serie disfrazada de documental estelarizada por la instigadora de todo el irigote.

El primer capítulo de la serie (todavía no me animo a ver más) es una curiosa y rara mezcla de historias que se dividen entre la crónica del fenómeno del narcotráfico en México y la historia de la vida así como la carrera de Kate.

La descripción del segundo capítulo nos informa que esa es la crónica de cuando la actriz, junto con Sean Penn, fueron a encontrarse con el narcotraficante, por lo que esta primera entrega es apenas un largo (y a veces muy aburrido) prólogo a la historia que todos quieren conocer pero que también sirve muy bien para alimentar el enorme ego de Kate del Castillo.

La actriz y documentalista en ciernes aparece sentadita en un banco, contándonos sus aventuras pero desde esa perspectiva de la diva, de la personalidad que, por el simple hecho de ser personalidad, cree que su punto de vista es más informado y más correcto.

Se siente como que intenta evangelizarnos sobre su verdad la cual solo vamos a poder entender desde el momento en que ella nos lo explica.

No cabe duda que, a pesar de que ella se dice perseguida y criticada por causa del “Affair Chapo” eso no ha sido algo que le impida capitalizarlo. Ya lo vimos con la insufrible y ridícula serie “Ingobernable” y lo vemos ahora con la inecesariamente larga “Cuando conocí al Chapo”.

Por lo menos en su primer capítulo no aporta nada nuevo (a menos que uno sea el ego de Kate del Castillo) y sólo es paja para completar tres horas de pseudo-documental.

Las audiencias así lo exigen.