Es brutalmente aterrador el hecho de que Joaquín “el Chapo” Guzman haya hecho la promesa de no matar a ninguno de los jurados que participen en su juicio.
Esta declaración la hizo el abogado defensor del narcotraficante luego de que la fiscalía solicitara que los 12 integrantes del jurado permanecieran tras de mamparas para no ser reconocidos por la gente que todavía trabaja para Guzmán.
El lado acusador hizo referencia la enorme cantidad de recursos que el mafioso mexicano cuenta para eludir la ley, puso como ejemplo las dos veces que escapó de la cárcel así como la capacidad para construir un túnel para lograrlo la segunda vez.
Esto habla de dos cosas:
Por una parte la inmensa capacidad que aún tiene el Chapo para poner a temblar a los impartidores de justicia que habitan y trabajan en una de las ciudades más importantes del mundo ubicada dentro del país más poderoso.
Si los fiscales e integrantes de los poderes judiciales le tienen miedo al Chapo ¿qué esperar de los jueces y autoridades de nuestro pobre México?
Es por ello que muchas veces, ante la demanda de “plata o plomo” la opción es la primera. No por por ambición o codicia, tan sólo el simple instinto de supervivencia.
Con las posibilidades de mover personas y recursos del criminal, es muy difícil tratar de interponerse. Esa temeridad podría ocasionar la muerte.
Por la otra la gran estupidez que representa el hecho de prometer perdón y olvido para estos narcotraficantes.
Regresar al Chapo, o a cualquier otro de sus congéneres, sólo representaría regresar al león al redil de las ovejas.
Cuando salga ¿prometerá no matar inocentes?
El simple hecho de que el Chapo diga que “promete no matar” es una clara muestra de su capacidad y de la sangre fría que tiene.
¿Vamos a creer en su palabra?