Dice Colosio junior, el hijo del candidato presidencial asesinado en 1994, que su padre se volvería a morir, de tristeza, si viera el estado actual del priísmo:
«Ver cómo se ha descompuesto aquello por lo que él tanto trabajó durante tantos años, y cómo han llegado ciertos círculos en varios estados de la República, en muchos niveles, incluso federales y locales, a la degradación a la que está hoy, me resulta, además de ofensivo, mucho muy triste…».
Luis Donaldo Colosio Riojas, quien es aspirante a una diputación por parte de Movimiento Ciudadano, utiliza su padre como muchos lo han usado desde aquella fatídica tarde en Tijuana: sacan algunas palabras de su discurso durante el aniversario del PRI y lo utilizan como si fuera la voz de un visionario.
“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.
Repiten estas palabras, con los ojos acuosos, mientras sueñan con el mejor México que nos hubiera traído Luis Donaldo Colosio.
Dice la sabiduría popular que “no hay muerto malo” y este dicho también aplica para el que fue Secretario de Desarrollo Social en el gabinete de Carlos Salinas de Gortari.
Un hombre que se abrió camino a través del pantano priista para llegar a los más altos niveles; si no hubiera sido por la bala en Lomas Taurinas, Colosio hubiera llegado a la presidencia para mostrarse como lo que realmente era: otro político oportunista del tricolor.
El famoso discurso en la sede del PRI puede sonar hoy como las palabras de un estadista, sin embargo, la razón de ello es que lo vemos a través del lente del “hubiera”.
¿Qué hubiera hecho Colosio?
Analicemos los discursos de los candidatos de nuestra era y también veremos los mismos elementos: todos se encuentran ante un México en ruinas y todos ellos tienen la entereza, los arrestos y las posibilidades de cambiarlo.
Si a cualquiera de ellos les ocurriera lo que le pasó a Colosio, tengo la seguridad de que más de uno lo vería como el Mesías sacrificado, como un cordero, ante el altar de la patria por los enemigos de México… Sin importar su partido o su ideología.
No hay muerto malo.