Es una agencia mundial encargada de enseñar a leer a los niños más pobres del mundo, de llevar agua potable a comunidades que carecen de ésta; está encargada de proteger el patrimonio cultural de los pueblos indígenas, de proteger la libertad de expresión pero también los ecosistemas más frágiles.
Entre sus labores también se encuentra la de digitalizar bibliotecas y de proteger los sitios que son patrimonio de la humanidad.
Eso es la UNESCO (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) a la que Donald Trump renunció esta semana; una clara muestra del nivel de consciencia y empatía del mandatario estadounidense por las personas más desamparadas de la tierra, de su escaso interés por nuestro entorno así como su sustentabilidad y por el legado cultural de la humanidad como conjunto.
Lo irónico de todo es que Estados Unidos fue uno de los principales promotores de la UNESCO hasta 2011, cuando el gobierno de ese país tomó la decisión de dejar de pagar las cuotas debido a la inclusión de Palestina en la ONU.
Hay que recordar que los lobbies israelitas se encuentran entre los más poderosos cuerpos encargados de “aceitar” al congreso estadounidense. Los intereses de Israel están muy bien cuidados por grupos muy poderosos en Estados Unidos.
Ahora Donald Trump ha tomado la decisión de abandonar el organismo de manera definitiva y mantener tan sólo la presencia de “observadores”.
Lo peor de todo este asunto es que, lo más probable, el presidente Trump no tenga siquiera una maldita idea de lo que es y lo que hace la UNESCO.
Por el acrónimo, le ha de parecer un “malvado” organismo internacional encargado de abusar de su pobre país.
Lo más seguro es de que se trate de una acción dedicada a impresionar a su ignorante base de fanáticos a quienes tampoco les debe de quedar muy claro las actividades de la agencia de la ONU.
Una gran lástima que uno de los países protagonistas de la política se deslinde de una de las pocas cosas que funcionan moderadamente bien en esta humanidad. Que su administración no tenga los dos dedos de frente que se necesitan para comprender que un mundo con personas viviendo con un mayor grado de bienestar es un mundo más estable, menos violento y con menos problemas.
Su minúsculo cerebro, concentrado en la ridícula suma y resta de ganancias, no le da para tanto.
Una lástima.