¿Ya te fijaste?
Luego del paso del huracán Harvey el gobierno de México se solidarizó con el de Estados Unidos y ofreció ayuda para paliar los efectos en la ciudad de Houston y sus alrededores.
Sin embargo, luego del terremoto del 7 de septiembre, en el que algunas regiones del sureste del país sufrieron muy graves daños con el consiguiente saldo de muertes y damnificados, el gobierno de Estados Unidos, y Donald Trump, no han dicho ni “pio”.
No digamos una promesa de ayuda, tan sólo una simple y hueca declaración de solidaridad… Nada.
Cada vez es más evidente que el enemigo favorito de Trump somos los mexicanos. Algo, o alguien, de nuestro país le hizo algo y desde ahí nos guarda un resentimiento que raya en el odio apache.
Mientras México se solidarizaba con Houston, el mandatario aprovechó para recordarnos vía Twitter que el muro lo pagaríamos nosotros.
Sin embargo, parafraseando al oficialismo, hay cosas que no se ven pero que cuentan mucho: el presidente de la república, justo antes de la pequeña muestra del Apocalipsis que la naturaleza nos dedicó la semana pasada, se encontraba en China donde se encontró con inversionistas.
Tal vez curándose en salud ante las vicisitudes de la renegociación del TLCAN pero en lo que ya es una clara muestra de que si, nos van a cerrar una puerta, más vale comenzar a tocar en otras.
Lo que ocurre es que el presidente de Estados Unidos está ignorando una de las primeras lecciones prácticas de geopolítica: no hay mejor aliado que tu vecino. Sobre todo si este vecino está dispuesto a hacer mucho de tu trabajo sucio como el de luchar contra el tráfico de drogas, detener inmigrantes centroamericanos y transformarse en una primera línea de defensa ante el terrorismo.
También olvida que, cuando tu propia economía está tan amalgamada con la de tu vecino, lo peor que puedes hacer es tratar de romper esos vínculos. ¡Los primeros en reclamarte serán los grandes capitales!
Para las potencias emergentes -Rusia y China- el hecho de que Estados Unidos “rompa” con México es una gran noticia. Nada mejor para ellos que la posibilidad de meterse al traspatio del enemigo (político o económico) para desde ahí hacer presión. ¿Por qué creen que a Obama le interesaba tanto mantener una presencia en Ucrania?
Un tema contra el que el gobierno de Estados Unidos llevaba mucho tiempo luchando era el “Síndrome de Santa Anna”, el gran resentimiento que durante siglo y medio hizo difíciles las relaciones entre ambos países. Justo cuando este comenzaba a diluirse luego de los acuerdos comerciales llega Trump como cabra en cristalería.
Ahora, como por arte de magia, este sentimiento regresa con toda una fuerza que será aprovechada por políticos que harán su bandera el “no nos dejaremos de los gringos”.
Así, al carajo todo el trabajo de décadas gracias a que algún mexicano le hizo un mal modo a Trump.