El maldito fraude del terremoto en México.

Muchas personas siguen en la misma situación del día uno, comenta a RT Sinaí Méndez, habitante de Oaxaca, al sur de México.

El estado de Oaxaca es uno de los más afectados por el sismo de magnitud 8,2 que se registró el pasado jueves en México y dejó un saldo mortal de 96 víctimas. «La gente se está quedando en sillas, en el suelo. En varios lugares aún no hay luz. Es comprensible que no puedan volver a sus casas, pero tampoco hay seguridad. Muchos no van a los albergues porque si dejan sus casas, lo poco que les quedó será robado», cuenta Sinaí.

La precaria situación de seguridad ha sido advertida incluso por la Unicef, organización que emitió un comunicado este lunes para advertir que «los albergues en Juchitán permanecen parcialmente vacíos durante el día, con pocos adultos al cuidado de los niños ya que muchos trabajan o tienen que proteger sus hogares de posibles robos».

La ayuda, que no es poca, tampoco llega como debe. Según el testimonio de Sinaí, «muchos de los víveres y artículos destinados a la zona son acaparados por grupos con intereses muy establecidos», lo que ha dado pie a que ciudadanos tomen la iniciativa de solidaridad, al margen del Estado: «Nos estamos organizando para ayudar de forma personal, o apoyar amigos o amigas que lo hagan, porque sentimos que es la única forma en que se hará de la manera correcta y llegará a la gente que lo necesita realmente. Preferimos eso a donar directamente con las instituciones gubernamentales».

«La gente ha buscado hacer comunidad y no esperar nada del aparato gubernamental, pues ante el ojo público el gobierno ha quedado bien y allá (en Oaxaca) ha quedado muy mal», sostiene Sinaí.

Evidencia del sismo en la localidad de Santa María Huamelula, municipio de San Pedro Huamelula, distrito de Tehuantepec, Oaxaca. / Luis Alberto López

Hoy el presidente Enrique Peña Nieto fue a supervisar la entrega de la ayuda en Chiapas y Oaxaca, mientras que el secretario de la gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, aseguró que todo lo que llega «se está entregando y se está distribuyendo de la mejor manera», refiere el portal Zócalo. Sin embargo, la desconfianza campea. Según cifras oficiales, el gobierno tiene previsto entregar 100.000 despensas de víveres a los damnificados, aunque estos se cuentan por más de 800.000.

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¿En manos de quién?

La actuación de las autoridades no ha estado exenta de polémica. El fin de semana, un tuit indignó a los internautas, especialmente al sacerdote y defensor de los DDHH Alejandro Solalinde: el Senado de México anunciaba la apertura de una cuenta para recibir donativos destinados a las víctimas del sismo.

El clérigo criticó la actuación del Senado porque, a su juicio, la institución no actúa con celeridad cuando «la gente llama por necesidad», pero ahora solicita recursos en vez de destinar «íntegro el presupuesto de comisiones de protección civil, turismo y migración para ayudar a damnificados».

Para Méndez, eso sería lo más lógico: «Hay dinero para campañas políticas, para basura generada por el mismo estado donde se aplaude lo poco que han hecho, ¿y para un desastre natural necesitan donativos? No tiene sentido». Incluso recuerda que durante la temporada vacacional y las fiestas de la Guelaguetza (que se celebran en julio), el gobierno se ufanó de la gran cantidad de turistas que visitó Oaxaca y el repunte económico que hubo en la zona.

«Los boletos de la Guelaguetza se agotaron, hubo mucha gente que no pudo ir. Y ese dinero lo percibe el Estado, va directamente hacia ellos ¿y ahora dicen que no es suficiente? Es indignante. Aquí el salario es poco, no somos una población con mayoría de clase media o alta, y las personas de los pueblos están haciendo un esfuerzo por ayudar y donar lo poco que tienen, mientras tanto, la clase política acapara los medios para mostrar lo que entregan, pero en realidad son tres paquetes de esto y cuatro de lo otro. Una verdadera miseria. Ellos ganan cantidades exorbitantes de dinero, es ilógico lo que hacen».

La reacción de rechazo no es inesperada. Los sonados escándalos de corrupción en México, la poca credibilidad en los partidos políticos y la cercanía de los comicios presidenciales de 2018, levantan las suspicacias en la población afectada que espera las ayudas. El padre Solalinde, luego de ver las publicaciones de la cantante Anahí, esposa del gobernador de Chiapas, resumió su estupor en una frase publicada en sus redes sociales: «¿en manos de quién estamos? #RapiñaElectoral».

Como perros

En medio de la tragedia, los políticos que han intentado sacar rédito de la situación han sido duramente cuestionados por las víctimas. Según testimonios publicados en el portal Debate, habitantes de la ciudad oaxaqueña de Juchintán rechazaron que el grupo de un político regional lanzara alimentos desde una camioneta en movimiento.

«Ellos vienen aquí cuando necesitan el voto de nosotros los juchitences pero ahorita la gente esta muy molesta (de) que estén aventando las cosas, aquí no somos perros, está bien que estemos necesitados de una despensa, pero aquí no somos perros para que nos estén aventando las cosas», reclamaba con ofuscación uno de los damnificados.

Si bien las autoridades han alegado que la recuperación será lenta y los retos difíciles de afrontar, Méndez pone en tela de juicio que el Estado actúe de manera rápida en otras situaciones y se excuse en esta oportunidad: «Oaxaca es un estado con problemas sociales vivos y visibles. Me sorprende que cuando hay alborotos con el magisterio o con las comunidades que exigen respeto por sus tierras, hay miles de policías desplegándose y pareciera que hay más ejército y policías en la calle que ciudadanos comunes, en cambio, no veo esa movilidad de seguridad ahora en una zona de desastre y peligro constante como es el Istmo».

Faltan víveres

Por ahora, las víctimas del sismo intentan seguir con sus vidas. En las zonas de más difícil acceso, personas como Rouse Jisa y sus hermanas se han organizado para llevar alimentos, pero insisten en que la situación es delicada y requiere mucho apoyo.

«Pudimos llegar a casas que son escombros, que dan mucha tristeza. Y la gente sin comer y sin agua. Aquí lo importante es que se sepa que aún hay personas que no tienen víveres y heridos en algunos albergues que no tienen ni siquiera una colchoneta donde dormir«, cuenta a RT.

Jisa es nativa de Juchintán y toda su familia resultó afectada. Por eso, el mismo jueves empezó a pedirle colaboración a gente cercana para llevar alimentos, agua y enseres a la población damnificada. «Gracias a Dios y al noble corazón de ellos logramos recolectar algo de despensa. El día sábado, sin importar la lluvia, logramos salir con una camioneta para llevar comida, que era lo que no tenían nuestros parientes».

«Mucha gente se quedó sin nada, duermen en la calle, sobre la tierra y no sé dónde están las colchonetas que se han enviado. Yo sé que es un riesgo ayudar casa por casa, pero solo así garantizamos de que le llega a los verdaderos afectados». El principal cuello de botella, insiste, son los políticos.

Jisa denuncia que algunas camionetas con alimentos son detenidas en la entrada de la ciudad por «pseudopolíticos» -como los llama ella- para quitárselos a los conductores «argumentando que serán ellos los que entregarán los víveres».

«Es impresionante que ni con este desastre se olvidan de sus intereses», agrega Jisa. Aunque las despensas han tardado en llegar, según Luis Alberto López, profesor universitario en una institución de Huatulco, ya hoy se empezó a normalizar la distribución de alimentos en las localidades más distantes. Él, de manera particular, también se organizó para llevar comida y medicamentos a su pueblo natal, Santa María Huamelula.

No se ‘rajan’

Lo más difícil ha sido dormir. El sismo fue en la madrugada del jueves y las réplicas no han cesado desde entonces: «Con cualquier movimiento, el miedo se apodera. Sin embargo, el colectivismo está favoreciendo el espíritu y la improvisación de techos, baños y cocinas ayuda. Creo que la misma comunidad y algunas aledañas han hecho más que las autoridades«, explica López.

«En Oaxaca son muy trabajadores y lo que necesitan es su fuente de ingreso», dice López, quien considera que la principal preocupación para las comunidades más humildes es recuperar un techo que les tomó toda la vida construir. Pero en medio del dolor y la tragedia, personas como Rouse Jisa sacan el pecho con orgullo por su tierra y su gente.

Uno de los episodios que más la conmovió ocurrió el fin de semana. Mientras se hacían las inspecciones en la zona y las autoridades prometían volver a edificar la ciudad, una mujer se levantó entre el tumulto y dijo: «no necesito que me reconstruyan mi casa, necesito que me ayuden a reconstruir mi horno para poder hacer tortillas y poder ayudar a mi gente y tener algo de comer». Jisa, que es de Juchintán, agrega sin un ápice de duda: «¡mis juchitecas no se rajan!».